Paseando por La Latina es posible que te encuentres con la Cuesta de los Ciegos, un lugar especialmente pintoresco del centro de Madrid.
Esta cuesta, que en otro tiempo fue un barraco, hoy tiene una escalera de numerosos escalones. El entorno es tranquilo, con jardines alrededor, ideal para un paseo relajante o contemplar la puesta de sol.
Ubicando la Cuesta de los Ciegos
La Cuesta de los Ciegos arranca, en su parte baja, de la calle Segovia, muy cerca de donde estuvo la Puerta de Segovia. A su lado está también el Viaducto, que salva un desnivel enorme en la calle Bailén.
En su parte alta desemboca en la calle de la Morería, justo al lado de la estatua La Violetera. En este punto empiezan los jardines de Las Vistillas, donde se celebran las fiestas más castizas de la capital. Desde aquí observamos una magnífica vista de la Catedral y del oeste arbolado de Madrid.
Atravesando la Cuesta, tenemos la calle Beatriz Galindo, La Latina, que da nombre al barrio. Algunos, para ahorrarse tantos escalones, prefieren subir por esta calle para desembocar en la parte trasera de Las Vistillas.
Y es que son 254 escalones los que forman la zigzagueante Cuesta de los Ciegos. Son escalones de poca altura, muy juntos unos a otros. Y el recorrido está repleto de curvas y plataformas, con muretes y bancos de piedra donde descansar.
Pero por qué se llama así la Cuesta de los Ciegos
Primero hay que decir que no está del todo claro el origen del nombre. Hay dos explicaciones que han pasado a la historia, una de ellas más fantástica que la otra.
La primera explicación dice que en este lugar, durante el siglo XVIII, vivían unos ciegos. Eran músicos, tenían unas casitas humildes y la gente los conocía porque pedían limosna. Esta explicación parece bastante creíble.
La otra explicación, más fantástica, se remonta al siglo XIII. Unos ciegos solían mendigar al pie de la cuesta, por donde pasaba san Francisco de Asís. Un día que el santo venía con una cántara de aceite, que había cambiado por un cesto de peces, se acercó a ellos. Dice la leyenda que les ungió con el aceite sobre los ojos y los ciegos recobraron la vista.
Si nos fijamos en la placa que da nombre a la calle, encontramos que se ha seguido la leyenda del milagro. En la imagen vemos al santo atendiendo a uno de los ciegos. El otro está al lado con una venda en los ojos. A los pies del santo reposa un cántaro.
La reforma de la Cuesta de los Ciegos
Al pie de la Cuesta hay una fuente de pilón circular con dos escudos antiguos de Madrid. Esta fuente se construyó en 1932, en medio de una reforma general del entorno. Fruto de esta reforma fue la pequeña plaza donde se asienta la fuente.
En los trabajos de ordenación, también se construyó el viaducto, que sustituía a uno de hierro del siglo XIX. Asimismo, se adecentó la parte alta, creándose los jardines de Las Vistillas. Al final del siglo XX se intentó reparar la fuente, que estaba muy deteriorada. Pero dado su estado, fue reemplazada por una réplica exacta realizada por los canteros del Ayuntamiento.
Por cierto, que la Cuesta de los Ciegos también se ha llamado históricamente de Arrastraculos. El motivo es que, antes de la escalinata de piedra, era un barranco de tierra. Para bajar, por accidente o por voluntad, no era raro verse arrastrado por la pendiente, como por un tobogán natural.
Bajo la Cuesta de los Ciegos, según podemos leer en el blog Arte en Madrid, existe un pasadizo antiquísimo. Hoy no tiene uso, pero parece que mide dos metros de altura por poco más de uno de anchura. Es decir, suficiente para el paso de personas que, presumiblemente, deseaban salir de la ciudad sin ser vistos.